Por Pablo Villar, Segundo Año, Ingeniería Comercial Plan Común
Hoy, mi boca, mis labios, mi garganta y mi voz han sido selladas y es raro tener que entender que un trozo de papel y un lápiz, son tu único método de expresión efectiva.
Una sonrisa es increíblemente expresiva, no sabes cuánto, pero ¿de qué sirve frente a un mundo que no escucha, que solo está interconectado consigo mismo (globalización), que depende de horarios ceros y éxitos?, vale bien poco. Para qué hablar de una lágrima, alguien llora en el metro y ¿qué hacemos?, nos molestamos porque nos interrumpe, sea lo que sea que estemos haciendo, lo nuestro es mas importante.
Solo una mirada penosa, de parte de un triste espectador que intenta desesperadamente ayudarlo, resolver su problema, mas no puede, pese a su insólito y esforzado intento de empatía, vuelve al masivo discurso "cada cual a sus problemas" y sigue su camino diciendo para si mismo: "Ya vendrá alguien que lo ayudará". ¿Y si todos piensan así y al final nadie viene?, la respuesta es la sociedad actual. A él no le puedes pedir que te escuche, porque ni siquiera hablas, lo que antes fluía, cual llave de agua, ahora reside putrefacto dentro de ti y se pasa a llamar rencor y te va comiendo lentamente, y no te das cuenta, porque es poco a poco, día tras día, y te va destruyendo y tras largo tiempo comienzas a notarlo y a desesperarte.
Y es increíble, no se puede hablar, no sale.
Y lo raro es detenerse a pensar, y aunque saliera, ¿quien te escucharía?
Pero lo mas insólito aún, es que tú debes escuchar a todo el mundo y es allí cuando le tomas valor a cada una de las palabras que oyes: Cada reto de papá, cada consejo de mamá (porque yo creo que, en nuestra sociedad, el papá muchas veces es quien se sacrifica dejando de lado su vida familiar, convirtiéndose únicamente en quien trae el dinero y la mamá la que se echa la hombro todo lo demás, aunque sinceramente no creo que sea la realidad de FEN), cada cariño o amorosa historia de tus herman@s.
Solo quedaba resignarse y continuar...
Luego la nitidez de mi visión, no... ¿Por qué Dios querría hacerme algo así?. He sido fiel, pago mis impuestos, ¿pecados?, como cualquier otro ciudadano, pero no no pa´ quitarme el interruptor y apagar la luz desde afuera, cerrando con llave todo un mundo.
¿Por qué quitarme así a mis cercanos, a mi familia, a mi amada?
Sí, quizás pueda sonar arrogante pero ¿por qué?, no entiendo y es horrible escribir de memoria y ni siquiera saber como te está quedando, centrándome en cosas que puedan comprender, porque puedes cerrar tus ojos un instante, mas sabes que al volver a abrirlos verás, frente a eso no es imaginable la sensación de que no puedes ver, ni formas, ni colores, ni luz alguna, una soledad agobiante, de la cual lo único que quieres es despertar, y pensar que todo es una pesadilla de la cual vendrá tu ser mas querido a despertarte y tomarte entre sus brazos y decirte que todo ya pasó, y te mirará y podrás refugiarte en la inmensidad de su iris y oír su dulce voz que jamás pensaste, siquiera por un segundo, no volverías a oír.
Como desea tener una flor y dártela (sí, como en las películas), y ver el reflejo de ti en mi, dentro de tu mirada, ¿Como Dios no pudo arrancar así, sin más ni más, a un tallo de trigo desde la tierra, en vez de arrancar la maleza?, ¿Cómo pudo marchitar una compenetración, una complicidad, una hermandad, más que una amistad, un amor inmedible como el nuestro?
Más tarde, como el tercer capítulo de mi peor película de terror, ya no podía sentirla, ni al calor de la noche, ni al frío de la mañana, ni su brisa, ni su sudor, no... el olor tampoco está, ni su perfume, ni su hedor. Se han ido para siempre junto con el sabor de sus besos y el aliento tras acabar.
Ya no hay nada, el egocentrismo se presenta ya que todo se ha ido menos yo.
¿Cuánto habrá pasado, una hora, un mes, diez años?. No lo sé.
Avergonzado, lo único que me resta es pedirte que aproveches, pero de veras, no como eso de levantarte como si fuera el último de tus días, porque siempre al aparecer al menos un problema en nuestras vidas, eso a uno se le olvida, y vuelve a la rutina. No, quisiera pedirte que VIVAS cada milésima de segundo, como los deportistas, cada respiro, cada beso, cada plato, cada nota y cada encuentro como si estuvieras tocando la felicidad, ya que jamás volverás a sentirlo en ese momento y lugar, y nunca sabes si serán los últimos.
En serio, vive.