Reflexión por qué la prensa popular
rechaza la disciplina que estudio.
En el conjunto de las Semanas Reales, tal
que mis días x pertenecen a [Lunes, Sábado] y si (y sólo sí) no voy a clases
atrasado, (implica que) me detengo un minuto dos en la esquina de Vicuña con
Bilbao a mirar los titulares de los diarios.
Qué bonito ha sido poder dilucidar en
parte qué cresta significan esas imponentes siglas que encabezan tanto titular
bursátil, y de cómo esas elegantes cifras porcentuadas (usualmente expresadas
en millones de iu-es-ei-dollars) hacen del enunciado un verdadero placer informativo
para el accionista promedio y, por qué no decirlo, para el estudiante del área
comercial. Es decir, no estoy ni cerca de ser experto en la materia, pero debo
admitir que las semanas que llevo en FEN me han hecho ver ciertas luces entre
un conjunto de letras que sinceramente antes no entendía ni con enciclopedia en
mano.
Pero cediendo inevitablemente a las
gigantescas letras amarillas en el mostrador del kiosco, tan sólo unos centímetros más
abajo, acompañadas ya no de complejos números (sino de un par de firmes nalgas
separadas por un colaless que da mucho para imaginar), me informo de cómo Wilma
González niega affaire con Joche y de lo preocupados que están en Mundos
Opuestos por el futuro de la pareja. De paso, me entero de que Perrita que baila
cueca será estrella en TV Gringa, y me genero la expectativa de saber Cómo fue
el último almuerzo de Alexis Sánchez en Barcelona. Nada de cagüineo político ni
novedades en la Bolsa.
Miro a modo comparativo los dos turrones
de papeles tapados con un plástico, y
con toda razón me pregunto, por qué cresta
una persona que asocia inflación con llantas de neumáticos, nunca ha escuchado
del IPSA, y que palabras como Anglo American o Codelco, accionista o directorio
le producen un rechazo inexorable, tendría que tener una razón alguna para
desembolsar el doble de pesos chilenos en otro turrón de papeles sin minitas
piluchas ni noticias entretes, y con un lenguaje que hasta al estudiante de
primer año de ing. Comercial le sería muchas veces una lata entender. Al
parecer, esas razones sencillamente no existen.
Según el último estudio IPSOS de la
lectoría en Santiago, un ochenta por ciento de los lectores de El Mercurio se
concentran en los estratos ABC1 y C2, tendiendo repartido el restante veinte
por ciento entre los segmentos C3 y D. Por otro lado LUN dispone de un setenta
y cuatro por ciento de sus lectores entre los estratos C3 y D, y un veintidós
por ciento en el segmento C2, quedado un cinco por ciento restante para el
ABC1. Y qué decir de La Cuarta (bien apodado como El Diario Popular), que
concentra un noventa y dos por ciento en los estratos C3 y D, y tan sólo un uno
por ciento para el segmento más acomodado (ABC1).
Cada uno con lo suyo, podríamos pensar.
Equivale decir: no te puedo prohibir que compres una revista de caballos si te
apasiona el mundo de la hípica, ni pedirle a los editores que metan información
de otro tópico porque me de la tincada de que es más importante. Si en gustos
no hay nada escrito; no hay nada de malo en eso. ¿Pero acaso soy el único que piensa
que está mal lo lejano que resulta la economía para el común de la gente,
cuando es la economía aquella rama que muchas veces determina la calidad de
vida de estas mismas personas que cambian el entender los efectos del desempleo
y la inflación, por la última copucha del Mago Valdivia?
No es que trate de imponer
autoritariamente qué debería aparecer o no el la prensa nacional (al fin y al
cabo se supone que el mismo libre mercado debería asignar los recursos
eficientemente ofreciendo y disponiendo lo que la gente demanda). Pero es que intuitivamente
tiendo a creer que más que ser un asunto de gustos, el desinterés va porque las
personas no han tenido acceso a conocer de economía como ciencia social desde
las primeras aproximaciones que han tenido con el acontecer nacional. Y aquel
fenómeno se ve fuertemente potenciado por los entornos sociales que a muchos
les toca vivir, como el pobre contenido cultural que entregan los medios más
accesibles a la ciudadanía o la falta de calidad en un modelo educativo que
podría desarrollarles las capacidades críticas necesarias y desarrollar un
cierto interés que sea por ciertos asuntos que muchas veces se hace como si no existiesen.
A mi parecer vivimos en una sociedad cuya
idiosincrasia consolidó las ciencias
económicas (entre muchas otras) como unas
disciplinas de elite. Resultando así que la relación más estrecha que se
formaría entre el chileno promedio y la economía se limitarían básicamente a
cumplir con el trabajo puntual del individuo par recibir un sueldo a fin de mes,
a saber cómo pagar con crédito (porque para eso sí que somos buenos los
chilenos), o a obedecer las decisiones de los mandamases de las organizaciones,
los que sí “tendrían calle” en asuntos macro-micro del que podrían hacer uso a
la hora de hacer sus bussines.
Si el poder es conocimiento, y si es que
se ha buscado alguna posesión monopólica sobre éste, quizás en este país ese
objetivo se haya logrado demasiado bien. Ni es necesario alguna herramienta de
censura para que los estratos más bajos se instruyan en asuntos económicos: a
la gente derechamente no le interesa por cómo se dan a conocer esas noticias,
generándose una verdadera barrera de acceso para mejorar sus condiciones de vida
manejando estos temas. Basta con ver cuánto dinero tienen que desembolsar
nuestros gobiernos en costosas campañas publicitarias para que los sectores con
menos recursos se informen de los nuevos bonos, llegando al punto de explicar
prácticamente con peras y manzanas cómo funcionan y cómo acceder a ellos.
Hace unos meses descubrí en un similar
ejercicio de registrar los kioscos con la vista, aquella revista comercial
llamada “Poder y Negocios”. Quedé impactado por su nombre: nunca había visto
tan esa relación entre aquellos dos conceptos tan explícitamente manifestada. Qué
quedará entonces para la gente que no es capaz de acceder a tales conocimientos
porque sencillamente no entendería. Quizás no sea tanto un tema de gustos a fin
de cuentas.
Ni qué decir del mundo de la política. Con
justa razón creo que la gente ha ido perdiendo la esperanza en la democracia
representativa con la que contamos. Pero siento que esa apatía debería tomar un
giro y transformarse en un incesante interés por cambiar las cosas que
funcionan marginando al otro, más que en un afán de quedar en el status quo. Todos
estamos ansiosos a saber qué irá a pasar con las elecciones presidenciales en
un par de años más. ¿Tendrán los nuevos votantes (provenientes en su mayoría de
los segmentos socioeconómicos bajos) las capacidades críticas para escoger al
candidato con el proyecto más completo, o caerán en básicas estrategias
populistas que terminen metiéndole el “dedo en la
boca”?
Y sumándole ahora lo miserablemente pobre
que se está volviendo la televisión
chilena, el panorama se hace aún más
evidente. Pareciese que la competencia del rating nuevamente hizo de las suyas
transformando un potencial espacio de cultura en un medio de ideas banales.
Basta con ver cómo orgullosamente el ahora canal laico se vistió con el slogan
de “El Canal de los Realities” sin pasarse el rollo siquiera. Apostaría lo que
fuera a que los ejecutivos que hay detrás de tal estrategia de marketing
difícilmente gastarían su valioso tiempo en entender el lío amoroso entre Wilma
y Josche, o materia de ese estilo.
¿Pero habría que entonces bombardear la
televisión con programas como Tolerancia Cero, y La Belleza de Pensar? Creo que
no. El hecho de vivir en una sociedad de millones de habitantes nos hace
enfrentar una heterogeneidad riquísima en cuanto a gustos y cultura, y no me
parece que el objetivo debería ser implantar un modelo de “lo que corresponde
que la gente sepa” así como tal.
Pero de todos modos me parece que es
evidente la necesidad de poner todo de lo nuestro para aterrizar estos
conceptos abstractos que muchas veces son verdaderos jeroglíficos para aquellas
personas que no el poseen conocimiento previo. Jeroglíficos y conceptos que sin
embargo afectan a esta gente tremendamente: estoy seguro que mucho más de lo
que creen que les afecta. Solamente se ve qué tanto sabemos de nuestra área
cuando somos capaces de explicarle incluso a nuestra misma abuelita en qué
consiste la Teoría de Juegos sin mayores dificultades.
Valoro mucho los intentos que han hecho
ciertos personajes públicos en hacer más cálida y humana esta disciplina tan
llena de números y cifras en el último tiempo. No juzgo a la gente que pueda
pensar lo aburrida que resulta la Economía por sus datos duros y conceptos. Y
está llena de estos conceptos es verdad, llena. Pero así mismo, creo que está
llena también de posibilidades de mejorar la calidad de vida de las personas.
Y, sabiendo esto, el deber radicaría no dejar tan sólo en manos de la prensa lo
que como seres humanos deberíamos ser más capaces que nada: el poder comunicar
la realidad a nuestros pares tal y como percibimos que es, sin distorsiones
banales ni cifras complicadas.
Por Vicente del Valle
Por Vicente del Valle