martes, 16 de octubre de 2012

Venganza


…tanto con todo aquello de los regalitos, conejitos y las religiones, como con los unicornios, duendecitos, y toda su respectivo piño de fenómenos: tristemente, he sido considerablemente escéptico desde bien pendejo.  Sin embargo creo que sólo una considerable dosis de demencia senil me podrá hacer olvidar lo que ha sido mi primer y único contacto con un alma en pena.

Yo no tuve la culpa, ponte ahora en mi lugar. Y es que después de una agotadora subida a pata por el volcán Morado por acompañar a tu viejo cuando se tienen nueve años, el cansancio de tus débiles piernecitas de infante son motivo suficiente para calmar la ontológica ansiedad de cabro chico por hablar y hablar. De tal forma que resulta inevitable poner atención al relato de tu tío Memo mientras recorres en auto lo que va quedando del Cajón del Maipo (de vuelta para la casa).

Y es que tus pequeños ojos saltones se abren de par en par (y se pegan al vidrio) cuando pasas frente a la antigua residencia de descanso del general, mientras sigues escuchando con fascinación como el viejo te cuenta que allí mismo había ocurrido el atentado a Pinochet del año ochenta y seis. Las elocuentes palabras, que poco a poco se van convirtiendo en imágenes dentro de tu mente, van retratando con bombo y platillo el ataque con calidad de una película Western de presupuesto casi soviético, pero más chilensis.

“Y rebotó la hueá de cohete, ¡rebotó! Imagínate cómo habría sido distinta la historia si el frentista hubiera apretado el gatillo unos metros más lejos. Ahí si que nos habríamos cagado de susto”. Construcciones narrativas que te van sumergiendo en un mundo completamente desconocido anteriormente para ti, casi como haciéndote una “chinita” en alguna clorienta piscina: conflictos de mente, apuñaladas por la espalda, televisión carente de tanta banalidá, deterecidos desapatenidos, en definitiva, el país de la realidad ochentera tal y como fue.  Y es sólo allí, una vez atravesado el umbral, donde lo cotidiano se quiebra en treinta y cinco partes ocurriendo así lo paranormal.

Ahora que estoy más grande no sé si habrá sido el espíritu del Almirante Merino, de Jaime Guzmán (o quizás hasta el del mismo dictador) el que se apoderó del horrendo insecto multicolor que entró chillando por la ventanilla del copiloto. Sin embargo cualquier hipótesis tendrá como base la certeza de haber presenciado en carne el desgarrador zumbido que profesaba la grotesca criatura, rozando nuestras cabezas y oídos, y expulsando un nauseabundo olor a mierda que nos impidió tajantemente proseguir nuestra conversación con tinte político. Quizás esta misma nostalgia causada por el miedo adjuntado a este tipo de temas tuvo cierto poder sobre la fauna del sector. Hasta que lo pudimos sacar.

 Por Vicente del Valle





martes, 2 de octubre de 2012

Pan y Circo

Editorial anterior no publicada por anacrónica

Pan y Circo

"...pero como Pan, puta no les puedo dar, entonces les doy el Circo chiquillos..."
Coco Legrand, No vote por mí.

Esta edición propone un cambio, propone luz. La Mano Invisible secretamente trabajará en la ruptura de paradigmas, cueste lo que cueste. Tome los años que tome, cuando nos censuran cosas, nos crean paradigmas, cuando no podemos ver más, nos condicionamos y habituamos a lo visto.
No es inusual la censura, producto de mentes cerradas no aptas a diferencias, contraria a una de las virtudes del mundo que es la diversidad; censurar es cobardía, es preferible censurar a enfrentar de manera madura un problema, censurar es preferible a hacer las cosas bien y con una mirada sincera. Es acaso la censura necesaria para el PROGRESO, ¿para que haya utopía, debe haber censura, o bien no debe haber diversidad? No es inusual la censura, como no sabemos qué se censura y qué no, un ser humano medio tiene incertidumbre respecto al que revela información oculta, respecto al conspiracionista, asumiendo al final, que sólo se especula.
Coco Legrand, en No vote por mí, parodiaba a un político tipo, Pan y Circo ¿Qué acaso así no es siempre todo? Sin el pan, claro. El Pan lo pagamos nosotros, el Circo es gratis. El Circo lo provee la Prensa, y según
Ortega y Gasset, con quien estoy muy de acuerdo, la Prensa es el nuevo Gobierno (Misión de la Universidad). La Prensa provee el Circo, llenaron los televisores con marchas -pero cuando hallaron un circo mejor-, en parte colaboraron a debilitar el movimiento a su antojo, con el accidente de Juan Fernández (las respectivas condolencias), haya sido accidente o no, por Camiroaga o por Cubillos, la cosa es que contribuyeron a opacar a los estudiantes y también “controlaron” un Once de Septiembre. Casualmente las noticias duran hasta que está por comenzar el 18, llega el Pan. Casualmente se aprobó HidroAysén por esos días de luto. Luego nadie recuerda nada. Nuestro Presidente en el extranjero se enorgullece de los estudiantes, ¿para qué? Siempre simula darse cuenta tarde de todo, abuso de Inocencia.
Se tiene un plebiscito nacional* que bien puede ser "informal", pero del que participa una cantidad considerable de gente. Y se menosprecia, señalando que sólo es considerable.
Pasa en todas partes, en cualquier escalón. Nuestro Decano no asume un paro**, independiente cómo haya sido todo después, hubo un acercamiento a la censura en primera instancia. Una facultad que lo festeja pero le dura poco. Un centro de alumnos que renuncia por nimiedades; y por otro lado pululan seres ambiciosos de poder, hambrientos de censura. La Moda es parte del Circo.

El ser social reducido a su mínima expresión, pero quizá la más completa y explícita, Pan y Circo, qué mejor dieta. Para qué pedir Calidad, así no habrá Circo, deben cuidarse y respetarse las tradiciones de antaño, es mucho más memorable que cambiar el mundo.

¿El camino a Utopía está en manos de unos pocos? ¿O está en manos de todos, es decir, de La Mano Invisible?


*: A estas alturas ya poco recordado, el Plebiscito Nacional por la Educación.
**: Recuérdese que en abril también votamos un paro, que nuevamente (y esta vez la Facultad y no el Decano) no fue aprobado por Pregrado, me pregunto, ¿es esto propio de la Universidad de Chile? ¿O es llenarse la boca no más?